sábado, 9 de enero de 2010

Una "eme" bieeen glamm

Odias los escalones, pero esta vez los subes con gusto: uno, dos, tres. ¿Recuerdas la última vez que estuvimos aquí, amiga? Y volteas para encontrarte con el [siempre] rostro luminoso de Monse, quien va tras de ti y lanza un jubiloso ¡Siiiiii!

La has echado de menos en estos cuatro meses (que de no ser porque te consta que se le han caído ciento veinte hojas al calendario, dirías que han sido dos años). Y sin siquiera enterarse, ella ha estado siempre a tu lado. Como antes: en las muy, muy buenas; en las muy, muy malas y en las que no tienen nada de muy, muy.

En el Messenger, Facebook y Hi5 [que dejaste de usar hace un par de meses]; en los relatos que escribes; en las pláticas con tus amigas; en cada canción de Elefante que suena por donde caminas de regreso a casa; en los miles de videos de Victoria Secret que has buscado en YouTube y de los que te has hecho fan; en el anuario que tienes sobre el buró para aliviar los nada escasos días de tristeza; en las cartitas adornadas que te dio y que te llevaste para hacerte compañía; en los pixeles de todas tus fotos con ella; en el anillo de cristales negros que te regaló…pero principalmente en la mayoría de los recuerdos que metiste en la carpeta llamada increíble dentro del almacén de 2 megabytes donde guardas lo mejor de tu vida.

Llegan a tu cuarto y no pierden tiempo para ponerse al tanto de sus nuevas vidas. La miras y notas que ha cambiado un poco. No puedes equivocarte: se puso mucho más bonita. Un ligero acento en su voz indica la huella que poco a poco le va dejando Jalisco. Ves con fascinación el brillo inconfundible de los ojos de tu amiga, vuelves a escucharle esa forma tan curiosa de contarte algo nuevo y al poner atención a todo lo que dice (y cómo lo dice), confirmas que efectivamente, por dentro sigue siendo la misma Monse con quien juraste amistad para siempre aquél día de otoño mientras corrían en la polvosa y desolada pista del COBAO, después de clases.

No han llegado precisamente a ese punto de la plática pero algo en su “qué días aquellos…” te dice que ella, igual que tú, ya sabe bien el significado de la palabra soledad. Y mientras pasan de la plática del loser de [censurado] a la de Pandita, la broma que le hiciste a Cerón, el `Cric cric´(que les sienta perfecto a las dos), las nuevas amistades y hábitos con que se han encontrado en el camino, la escuela, las chicas súper guapas que les dan batalla, las palabras cura y chilangas que han aprendido, su amor americano, tu [traumante, gay y decepcionante] amor que [muy, muy censurado], los motivos de sus depres, los recuerdos que jamás olvidan, los que ya habían olvidado pero ahora regresan como por magia, los cuerpos perfectos de los `ángeles´ y la crónica del famoso beso en la penumbra de una sala de Cinépolis (que ya te sabes de memoria, pero que, como si se tratara de Zodiaco, no te cansas jamás de pedirle que te la cuente una vez más…) te sigues convenciendo de lo mucho que compartes con ella y de que tienes que rectificar que términos como: nostalgia, duda, desamor, añoranza, memorias, desconcierto y otras por el estilo, se suman a esa lista en donde soledad se ha ganado a pulso estar a la cabeza.

Comprendes que las lágrimas que le has dedicado a ella por su ausencia en tu vida no pueden ser más merecidas y justas. Sí, la quieres muchísimo. Y entonces el miedo a no volverla a ver hasta Semana Santa te anuda la garganta y sólo logras articular: amiga, te juro que te he extrañado un buen. Sabes que pudiste haber dicho más. Sabes que merece saber que sin ella ya nada es igual…pero no quieres llorar. No hoy, que el cielo está tan resfriadamente gris y amenaza con contagiarte su opacidad.

Miras por la ventana y te das cuenta que de tanta emoción no percibieron que han estado hablando a oscuras. Prendes la luz y maldices a los odiosos segundos que han hecho dar vueltas a las otras dos perezosas agujas del reloj. [¡Traidoras…! ¿Por qué hoy sí tenían que darse prisa?]

Es tarde: lo sabes. Tiene que irse: lo intuyes. Tampoco ella quiere: lo notas. Quedaron muchas cosas pendientes qué contarse: of course. [Tú querías que se quedara a dormir en tu casa: se lo dijiste hace un mes :S). No la dejaron, ni la dejarán: lo podrías jurar xD. Esta tarde te pondrás depre porque tu virulento troyano interior: nostalgia.exe, se escapó de la cuarentena: lo sientes invadiéndote.

Pesadamente, bajan las escaleras que tres horas antes subieron con tanta emoción: uno, dos, tres. Prométeme que volveremos a vernos, dice. Tú asientes.

No quieres que se vaya. ¿Y si la raptas? [Ja ja ja] ¿Y si le dices a su mamá que se la robaron en la Central pero que estás segura que la encontrarás como en dos días y hasta entonces se la devuelves? [xD] OK…no. Quizá no sea muy convincente.

Apenas llegan a la puerta y el taxi pasa por ella. [No se vale, siempre se tardan una eternidad…] Tiene que irse. Se despiden. Camina rumbo al taxi.

-Monchis, ¡tu revista!
- Léela, luego me la entregas.

¿Luego cuándo? ¿Y si no la vuelves a ver? :(

Cierra la puerta, el taxi avanza. En tanto se aleja, por alguna razón, te convences más que en ningún otro día de que nacieron para ser mejores amigas. Te consuelas pensando que si tus recuerdos funcionan como antes, ella nunca se irá. Y mientras el taxi desaparece al fondo, tras la curva, te felicitas infinitamente por haberla conocido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario